Sol que ilumina la mesa
Hace muchos años, cuando yo estudiaba Teología, estuve un sábado fuera de casa haciendo un seminario de una de las asignaturas. A la hora de comer, nos juntamos un grupo de alumnos con algunos de los profesores. y fuimos a un restaurante a comer un menú o alguna ración. Uno de los profes que nos acompañaban, Abdón, pidió tortilla de patatas y dijo que era su plato preferido. Expresaba con vehemencia que él siempre pedía tortilla de patatas allí donde fuera y que si la había, no necesitaba nada más. En la conversación expresó su pena porque tal manjar no tuviera un poema que contara todas sus cualidades. Al volver a casa, me dije: voy a escribir el poema homenaje a la tortilla de patatas. Y aquí está. ¡Espero que os guste!
La tortilla de patata
españolísima vianda,
es un gesto culinario
que acontece en cada casa.
Aunque en cada hogar se hace
según diferente maña
a modo de recetilla
me dispongo yo a explicarla.
Mézclense patata y huevo
en proporción adecuada,
añádase sal al gusto,
suavemente menearla.
Caliéntese la sartén
de aceite de oliva untada,
viértase con decisión
y, a fuego lento, mimarla.
No falle al darle la vuelta
-¡por Dios, que no se deshaga!-
que ha de quedar igualmente
dorada por ambas caras.
Sol que ilumina las mesas
súper estrella en las cartas,
sencillo y humilde plato
que a todo el mundo se adapta.
Esta básica receta
puede verse completada
según el gusto y el arte
de quien la guisa o la cata:
con cebolla, con pimientos,
con atún y hasta con gambas,
con espárragos trigueros,
calabacín o espinacas.
Recién hecha es un primor,
si del día anterior: en salsa,
que es cosa que ya mi abuela
"tortilla guisá” llamaba.
En el bar o el restaurante,
en el campo o en la playa,
en bocadillo o fiambrera,
siempre apetece tomarla.
Con tenedor, con las manos,
¡la norma es saborearla!
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