Una receta de posguerra para la cocina de hoy
Mi abuela Regla murió cuando yo solo tenía 9 años, pero ella enseñó este plato a mi madre. Y de mi madre la aprendí yo, no podía ser de otro modo.
Mi madre me contaba que mi abuela tenía una criada que anteriormente había trabajado en un hotel durante los años del hambre (tras la Guerra Civil Española). Como había que buscarse la vida en aquella terrible época, en el hotel hacían estas croquetas que eran muy vistosas, ricas y elaboradas con algo tan barato y común como una col.
La Tata Rosa enseñó esta receta a mi abuela y... ¡ya sabéis cómo llegó a mi cocina! Las he hecho muchas veces cuando mis hijos eran pequeños porque así se comían la verdura sin darse cuenta.
- Una col
- El caldo de haberla cocido
- Cebolla, ajo, perejil
- Aceite de oliva, sal, nuez moscada
- Harina de trigo (se puede hacer con harina de arroz)
- Huevo y pan rallado para rebozar
Se limpia y se trocea un buen trozo de col (depende del tamaño de la misma). Se cuece con un poco de sal.
En una sartén doramos media cebolla muy picadita junto con un diente de ajo y unas ramas de perejil también muy picaditos. Añadimos la col cocida, escurrida y muy picada. Yo le paso el cuchillo varias veces y le quito la parte gruesa del centro de las hojas. La rehogo un momento.
A continuación, añado la harina poco a poco y remuevo hasta que la masa se separa de la sartén. Vierto la masa sobre un plato grande y la dejo enfriar.
Y finalmente, como si fuera la masa de cualquier croqueta, formo las croquetas, las paso por huevo y pan rallado y las frío en abundante aceite. Las saco sobre un papel absorbente y las llevo a la mesa. ¡Eso, si llegan!
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Sé que no son una croquetas ortodoxas ¡pero están riquísimas! |
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